Revívelo
dentro de una copa,
con
la gravedad que en la boca
se
pronuncia.
Dale
en la lengua la palabra
indeleble
que
sepa deslizarse sola,
y
anide dónde y cómo precise.
Que
no escancie más el bodeguero,
que
con un par de dedos ya hay maleta,
y
dime hasta dónde te ha llevado
en
tu recuerdo viajero.
¿Hasta
aquella noche hablando
de
los espíritus en Hoz de Anero,
o a la madrugada que vimos llegar
en
el antiguo albañal de Madrid?
Revívelo
dentro de una copa
despacio, con la serena quietud
del
paso del tiempo,
que
puede llevarte a aquel campo
de
amapolas o al Pico Cabarga
bajo
aquella tormenta descomunal.
Nená de la Torriente