Conoces
cosas que yo aprendo,
hasta
las que crees que desconoces
son
tan ricas,
que
las capturo en sus rendijas
como
una sargantana traviesa.
Y
aprendo, aprendo, aprendo.
A
ratos la observo a ella, tan bella,
con
esa variedad extraordinaria de gestos
los
aprendo todos,
tan
distintos, tan especiales, tan eternos,
y
disfruto como una niña sin chupete
buscando
asirse desesperadamente
con
la alegría del encuentro.
Y
aprendo, aprendo, aprendo.
Luego
miro al niño callado que se levanta
de
un brinco,
irreflexivo
como un bote de pelota sobre
el
tejado, y quiero ser ese bote y ese tejado
y
ese niño y esa pelota,
y
aprendo, aprendo, aprendo.
Nená de la Torriente