martes, 3 de abril de 2012


¡Venga esa catarsis con vino! 
Que se lleve los demonios, 
los muertos, 
los sacrificados; 
esa lágrima enquistada 
que parece gozar 
en el canto del ojo: 
Caigo,  no caigo, 
me derramo esta noche, 
tal vez mañana. 




¡Venga esa botella! 
Que no hay nada más purificador 
que el néctar de la uva, 
una reflexión a medias, 
entintada,  con esa luz de carburo 
que se posa en tu frente. 
¿Quién es el visionario 
que luego no olvida? 
Es la catarsis perfecta 
que deja satisfecho al paladar. 






Nená

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