lunes, 23 de abril de 2012


Los poemas no son paquetes envueltos 
con un pompón y su papel decorado, 
casi nunca van dedicados. 
No tienen más intención 
que la de liberar un suspiro, 
un pensamiento, 
una necesidad, 
encender una llama, 
una conciencia,  
una reflexión, 
proscribir a un demonio 
o dar una patada en el suelo. 
Todos,  en esos pequeños huecos 
que nos habitan, 
vamos buscando palabras,  señales, 
voces con qué llenarlos, 
y las letras son un enorme mercadillo 
que cubre muchos huecos. 
Cuando no entiendes un sentimiento 
lees a un poeta,  no quieres contártelo, 
lo contaminarías de ti
lees y relees,  hasta encontrarle 
-no siempre- 
un sentido razonable, 
y consigues un hueco menos que rellenar. 
Aunque hay oquedades que nacieron 
para no ser cubiertas 
y no siempre acertamos. 






Nená

2 comentarios:

  1. Yo, como tu bien dices, a veces voy a los mercadillos a encontrar palabras.
    Una breve anécdota: en un mercadillo de Madrid de los jueves escuché a un gitano ofrecer un pequeño martillo TALADRADOR. El lo vendía como un martillo TRALALADOR. Ese 'LALA' me confunde muchas veces cuando cuento la anécdota de la palabra. Desde entonces, la percusión de un martillo adquiere tintes Masielianos: la la la la la la la la la...
    Y, retomando la seriedad: un buen poema percute.

    Besucos.

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  2. Pues es un buen golpe. En los mercadillos si que se oyen cosas, confunden palabras con mucha naturalidad y hasta suenan 'guapas'.
    Besucos,

    Není

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