sábado, 1 de diciembre de 2012




No es la Verdad la opinión, 
ni la moda, 
ni el juego pasajero de una gesta 
por una causa más o menos razonable. 
Ni siquiera es la Verdad el beso dado 
a conciencia,  desde un corazón a otro 
sin intermediarios. 
La Verdad es un término gastado, 
desconcertado,  tantas veces humillado 
que perdió el apellido. 
Usado para todo,  para nada, 
bandera, 
banderín, 
moquero, 
billete de cambio, 
comodín, 
o salvoconducto, 
visado para otro cielo 
donde estar exento de cualquier delito. 
Lo cierto es que somos huérfanos de la Verdad, 
y la Verdad se quedó sin hijos. 




Nená de la Torriente