No
es la Verdad la opinión,
ni
la moda,
ni
el juego pasajero de una gesta
por
una causa más o menos razonable.
Ni
siquiera es la Verdad el beso dado
a
conciencia, desde un corazón a otro
sin
intermediarios.
La
Verdad es un término gastado,
desconcertado, tantas veces humillado
que
perdió el apellido.
Usado
para todo, para nada,
bandera,
banderín,
moquero,
billete de cambio,
comodín,
o
salvoconducto,
visado para otro cielo
donde
estar exento de cualquier delito.
Lo
cierto es que somos huérfanos de la Verdad,
y
la Verdad se quedó sin hijos.
Nená de la Torriente