martes, 4 de diciembre de 2012


No hace falta ser un mendigo 
para apoyar unos cartones en el suelo 
de Madrid y tumbarse a ver  las estrellas. 
Ni meterse en una fuente y cuando pasa 
una lechera* hacer de estatua. 
No hace falta ser joven o viejo,  inmaduro 
o maduro para reírse de los fuegos de las Vistillas, 
y compararlos con los de la Magdalena 
entre carcajadas llenas. 
Ni entrar en un restaurante tan oscuro 
que gritemos al unísono ¡acomodador! 
leyéndonos el pensamiento. 
Vivir es mucho más que ordenar cajones, 
y pensar en semáforos, 
es sentir con toda la imprudencia del mundo 
cada minúscula cosa que hagas, 
como si fuera cada segundo tu cumpleaños. 



Nená de la Torriente


*Habrán dicho otras muchas palabras para los coches de policía, para mí siempre serán lecheras.