No
hace falta ser un mendigo
para
apoyar unos cartones en el suelo
de
Madrid y tumbarse a ver las estrellas.
Ni
meterse en una fuente y cuando pasa
una
lechera* hacer de estatua.
No
hace falta ser joven o viejo, inmaduro
o
maduro para reírse de los fuegos de las Vistillas,
y
compararlos con los de la Magdalena
entre
carcajadas llenas.
Ni
entrar en un restaurante tan oscuro
que
gritemos al unísono ¡acomodador!
leyéndonos
el pensamiento.
Vivir
es mucho más que ordenar cajones,
y
pensar en semáforos,
es
sentir con toda la imprudencia del mundo
cada
minúscula cosa que hagas,
como
si fuera cada segundo tu cumpleaños.
Nená de la Torriente
*Habrán
dicho otras muchas palabras para los coches de policía, para mí siempre serán
lecheras.