Otra
copa me sirvo
que
no me gusta la servidumbre
ni
las indicaciones
a
pie de barra:
‘hasta
aquí, sube, sube, bien ya vale’.
Me la sirvo en tu nombre,
no
en el nombre de cualquiera,
ni
a mi salud perentoria,
ni
por la gracia de mi madre
-que
la tiene y no es ninguna broma-
Tuyo
es el ofrecimiento
del
néctar de esta uva,
pisada
por los pies de
sabe
Dios qué hombres,
-quiero
pensar románticamente,
en
lugar de con qué frías máquinas-
por
darme un rato de
serena
ingenuidad,
como
la que viven los niños
en
esas navidades palaciegas,
innegablemente
mágicas,
que
un buen día llegó un mayor
y
decidió aniquilarlas.
¿Tanto
incomodaba que fuéramos
todos niños,
solamente por unos días?
Nená de la Torriente