martes, 11 de diciembre de 2012




Ya sé que el arpa no te duele 
porque tú no la escuchas, 
pero cada nota me daña como 
una uña sin edad. 
Corva y crecida, 
rozada y precisa, 
hiriendo la piel de la garganta. 
Dile que no sé querer 
que amo como aman las aguas, 
como saben guardar los camafeos 
secretos invisibles. 
Dile que no se vaya 
que no me suelte nunca, 
que soy una cometa que sabe 
irse lejos 
donde nadie la encuentre. 
Ya sé que no te duele 
porque tú no me escuchas, 
pero soy ese arpa que entona 
músicas celtas, 
cuando una voz antigua lee 
mil cuentos de niños. 


Nená de la Torriente