Ya
sé que el arpa no te duele
porque
tú no la escuchas,
pero
cada nota me daña como
una
uña sin edad.
Corva
y crecida,
rozada
y precisa,
hiriendo
la piel de la garganta.
Dile
que no sé querer
que
amo como aman las aguas,
como
saben guardar los camafeos
secretos
invisibles.
Dile
que no se vaya
que
no me suelte nunca,
que
soy una cometa que sabe
irse
lejos
donde
nadie la encuentre.
Ya
sé que no te duele
porque
tú no me escuchas,
pero
soy ese arpa que entona
músicas
celtas,
cuando
una voz antigua lee
mil
cuentos de niños.
Nená de la Torriente