martes, 11 de diciembre de 2012


No rezamos al mismo Dios. 
El mío no es un concepto 
ni me permite inyectarme un gramo 
de elevada sublimación, 
pronunciando la palabra aborto. 
No hemos nacido del mismo vientre, 
ni usamos la misma aguja 
de tejer para las cosas no contadas. 
Tenemos una pasión similar 
para hablar del beso,  de la carne, 
del hueso y de la muerte, 
porque ambos hemos estado al límite 
y hemos sentido la dulzura del barquero, 
pero no somos parecidos en nada más 
que en ese fuego inconfundible 
que engaña a las pupilas.



Nená de la Torriente