No
rezamos al mismo Dios.
El
mío no es un concepto
ni
me permite inyectarme un gramo
de
elevada sublimación,
pronunciando
la palabra aborto.
No
hemos nacido del mismo vientre,
ni
usamos la misma aguja
de
tejer para las cosas no contadas.
Tenemos
una pasión similar
para
hablar del beso, de la carne,
del
hueso y de la muerte,
porque
ambos hemos estado al límite
y
hemos sentido la dulzura del barquero,
pero
no somos parecidos en nada más
que
en ese fuego inconfundible
que engaña a las pupilas.
Nená de la Torriente