Cada
dos segundos nace una nueva luz
dentro
de otra luz,
una
nueva voz dentro de otra voz,
un
giro dentro de otro giro.
El
infinito se regenera.
Así
es mi querencia por todas las armonías
que
existen, por todo lo que veo limpio
y
sano,
por
todas aquellas cosas que no se imponen,
que
llegan buscando cobijo
sin
capricho, con la palma abierta.
El
cielo despejado en su infinitud de azul claro,
debe
contener ese grado,
como
ese fondo del océano tan desconocido
o
las miles de galaxias.
El
ser humano
es
un arrebato de todo eso.
Nená de la Torriente