Si
quieres subráyame,
no
me taches,
inocentes
todos, cada día,
con
la puesta del sol
cubriéndonos
con la mano.
El
día nos sorprende
como
a niños, porque
nunca
dejamos de serlo.
Yo
sonrío,
tú
sonríes,
él
sonríe
y
ninguno preguntamos
porqué
lo hacemos.
Mañana
no ha llegado todavía,
cuando
llegué, quizá hablemos.
Nená de la Torriente