domingo, 2 de diciembre de 2012


El infierno se ha perdido 
en esta ciudad. 
Callejeando por el centro 
ha cogido el metro,  el autobús, 
se ha recostado en las esquinas, 
ha pintado muros de azufrado 
con la huella de su pata. 
El infierno es un animal 
que no sabe que lo es, 
una alimaña iletrada. 
Alguien tiró de su garra, 
le chistó,  le llamó por su nombre, 
pero es insensible a las cosas humanas, 
hasta que un poema rompió 
su equilibrio,  le desarmó,  se le agrietaron 
las patas,  la ira le arrojó debajo 
del asfalto, 
muy abajo, 
más al fondo, 
muy al fondo. 
Y cuando estaba en lo más oscuro, 
en el frío de las sombras 
aún seguían retumbándole los oídos, 
con el dolor más agudo que existe, 
por aquellos versos 
tan bellamente recitados. 




Nená de la Torriente