Sentir
la amenaza de otro
por
ser otro,
es
como huir del viento
por
ser poniente.
Se
libran miles de guerras internas
como
interminables guerras mal
llamadas
civiles,
deberían
llamarse de familia.
Somos
un atajo de vacilantes,
temiendo
perder
nuestra
ridícula parcela de poder
¿No
os dais cuenta?
Cuándo
vamos a aprender que
todos
somos del mismo material
de
los sueños y nos necesitamos
como
necesita el río su cauce.
Los
sueños no tienen sexo.
La
paz no tiene precio.
La
bondad no tiene hilvanes,
ni
clase, ni dineros, ni lenguajes,
ni
giros, ni patrias, ni universidades,
ni
discursos, ni grupos, ni un tatuaje a fuego.
Nená de la Torriente