Cuando
te has ido
ya
está.
No
hay epístola
que
alcance tus ojos,
ni
nada que haga
que
tus muñecas giren.
Todo
está bien, silencioso,
flemático
y quieto,
pero
no necesariamente frío.
Las
cosas pasan,
como
los días se gastan,
como
la piel deja de ser flexible
y
el ojo pierde su luz,
pero
no necesariamente
se
deja de sonreír.
Cuando
te vas, ya está,
te
fuiste
y
no hay lágrimas dando saltos
por
ninguna parte,
ni
escuchas tu nombre
en
labios de nadie.
Te
has ido
y
habrá otra ventana que se abra.
Nená de la Torriente