Te
tengo vértigo,
como
un cortado en la roca dura
que
avisa del abismo
y
vuelca la boca del estómago.
Vértigo, cuando te miro cerca
y
parece que vas a caerte encima
sin
poder escapar de ti.
Vértigo, de esa mirada tuya
que
discurre en órbitas
llenas
de oscilantes aguas,
que
me arrastran al mismo centro.
Vértigo, de esos labios finos
frágiles
e inestables, que ahondan
en
la inquietud de mi latido
en
claro desequilibrio.
Te
tengo vértigo,
vértigo
hasta la arcada,
y
tú te empeñas en llamarlo amor.
Nená de la Torriente