martes, 11 de diciembre de 2012


Te tengo vértigo, 
como un cortado en la roca dura 
que avisa del abismo 
y vuelca la boca del estómago. 
Vértigo,  cuando te miro cerca 
y parece que vas a caerte encima 
sin poder escapar de ti. 




Vértigo,  de esa mirada tuya 
que discurre en órbitas 
llenas de oscilantes aguas, 
que me arrastran al mismo centro. 
Vértigo,  de esos labios finos 
frágiles e inestables,  que ahondan 
en la inquietud de mi latido 
en claro desequilibrio. 
Te tengo vértigo, 
vértigo hasta la arcada, 
y tú te empeñas en llamarlo amor. 



Nená de la Torriente