Lo
que me das.
Lo
que otro me quita.
En
medio yo.
El
agua.
Desaparezco, aprendo
como
la lágrima hace
su
recorrido.
No permanece en ninguna
parte,
o no está el tiempo necesario
para dejar huella.
La
sal al secarse cae sola,
no
queda recuerdo,
no
queda nada, y
nadie
me duele -miento-
y
a ninguno puedo dar mal.
Nadie
me sufre
ni
sostiene mis cruces,
a
quién importo.
Así
lo elijo,
pero
cuando estoy
amo, y amo sabiendo que
el
amor existe,
y
aunque lo niegue cientos de veces,
lo
que doy siempre es verdad.
Nená
de la Torriente