Permanezco
en un limbo
de
papeles
que
ni tú ni nadie
puede
delinear.
Si
me preguntaras,
-que
no te mentiría nunca-
a penas podría dibujarte el horizonte
que
veo.
No
sé si estoy presa o soy libre
en
esta infinitud de paisajes
de
hojas, de tinta, de teclas,
de
pulsos que se intercambian
sin
conocer sus procedencias.
Cuando
cierro los ojos me invaden
sombras, como
avispas negras,
las
mismas avispas doradas
que
vienen a buscar mis pupilas
cuando
los abro.
Al
incorporarme llegan las proporciones,
las
voces, los olores, las olas gigantes,
los
escalofríos, las risas, las lágrimas,
como
si mi yo entero
fuera
de carne viva, sin piel
que
pudiera protegerme del sol
y
del resto de las emociones.
Nená de la Torriente