Ya
no quedan sueños en las perchas
de
mi armario,
he
buscado en los cajones,
y
más arriba,
en
las cajas donde guardo
qué
se yo, cosas que marqué
como
recuerdos.
No
cuelgan ilusiones, ni collares
largos
de cuentas de colores,
de
aquellos que me gustaba anudar
con
siete nudos,
porque
con menos traía mala suerte.
Tampoco
huele a las esencias de mi padre,
que
te hacían marearte por momentos.
-¿Papá
por qué experimentas conmigo?
Nunca
he tenido mucha suerte
hasta
que decidí por lógico auto mandato
negar
su existencia,
al
menos tenía mis sueños colgado de aquellas
perchas, tantos empeños,
que
no había maletas suficientes
para
embarcarlos a todos.
Nená
de la Torriente