Convienen
las letras
que
las escriba una detrás de otra,
como
yo me hablo sin miedo.
Convienen
que sea consecuente
aunque
no me entiendan.
Yo
las digo que si se acostumbran
luego
creerán ser comprendidas,
por
verse tanto tiempo del mismo modo,
como
yo misma me he creído traducida,
tantas
veces, sin serlo.
Ellas
insisten que hay que ser coherente
con
lo que se piensa, con lo que se siente,
y
en eso no las quito razón.
Pero
cuando las pregunto qué pretenden
al
salir de su oscuro álveo de tinta,
ellas
sin dudar me dicen
¡Alcanzar
un corazón!
Luego
¿de qué sirve la coherencia
si
su extraña ponderación
no
permite que otros crucen sus puertas?
Nená de la Torriente