-¡¡¡Yo
quiero silbar!!!-
Yo
no sé silbar pero lo intento,
algo
parecido a un débil
silbido
sale
de mis labios.
Lo
reintento desde niña,
sin
éxito.
Sílbame
tú,
sílbame
siempre
que
lo necesites,
cuando
estés solo o con
demasiada
compañía,
abrumado, alcanzado,
incomprendido, limitado
en
el escaso espacio
que
han rotulado como: ‘tu libertad’.
Yo
puedo escuchar, sin reírme,
sin
sonreírme siquiera,
lo
prometo,
si
tú me enseñas a silbar.
Si
no tú, el del pelo cobrizo,
enséñame
tú cuando estés ebrio
de
cervezas, y no aciertes a
entrar
en tu coche;
yo
te llevaré despacito a casa,
te
meteré en la cama sin hacer ruido,
nadie
se enterará
lo
prometo,
si
tú me enseñas a silbar.
O
tú muchacho bello, que amas
a
todas las mujeres,
pero
te cansas enseguida,
te
agobias, te sientes dominado;
sílbame
que yo te escucho,
te
comprenderé en tu miedo,
no
te censuraré,
ni
te llamaré cobardica
lo
prometo,
si
tú me enseñas a silbar.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame