Ya
no habla el mar,
la
mar, tanto.
Aquel
burbujeo constante
que
aturdía mi cabeza,
‘espera, espera ve despacio
que te escucho’, le decía.
Ahora
pasa largo tiempo
enmudecido, enmudecida,
enfadado, enfadada,
por
el estrafalario
modo
de nuestro lenguaje.
Ya
no acariciamos sus aguas
con
botes, remos, brazos
silenciosos.
Echamos
basuras,
le
robamos el sexo
como
a los niños,
obviamos
que vive
allí
abajo,
que
todo late, que se mueve,
que
se duele, que siente hambre
como
nosotros
del
oxigeno y de la paz
que
tenía.
Ya
no habla el mar,
la
mar, tanto,
como antes.
Nená
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