Por cada carro
segado,
un reino.
El poder de la
tierra,
el olor de la
siega,
el sabor del vino
y la quesada.
‘No hables mi niña
con naide,
y cuando llegue el
sol a lo alto,
quédate bajo el
castaño,
que quema las
pieles
con pecas y
de color blanco’.
Se hace la tarde.
Tiran los bueyes
la hierba cortada,
una vara de
avellano
silba entre las
hierbas altas,
y la canción de
una joven
baja colina abajo,
entre sonidos
guturales
que sólo el ganado
acata.
Nená
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