miércoles, 16 de mayo de 2012

-Islas-


En mi isla hay butacones 
pero me gusta más sentarme 
en el suelo,  sobre 
grandes cojines blandos 
donde escurrirse. 
Si la charla aburre, 
uno puede quedarse traspuesto, 
así de esa manera tan tonta. 
Todos somos islas,  pero no 
todas las islas están abiertas. 
Las hay abiertas con auténticas 
trampas,  de esas de ‘yo te doy 
si tú me dieras’. 
Las hay cerradas,  que piden a gritos 
un ‘llámame’, 
y las hay muy cerradas que nunca 
van a abrirse. 
Todas son hermosas,  suyas enteras, 
libres,  abiertas o selladas, 
accesibles o inabordables 
sobre un mismo mar, 
revuelto o calmo, 
que es igual para todos. 
  




Nená de la Torriente

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