martes, 29 de mayo de 2012


Desde la niebla 
a veces se ve con mucha claridad. 
No,  no es tan extraño, 
cuando te has pasado la vida 
mirando al cielo. 
La deformidad da una verdad 
más concluyente a esa imagen limpia 
que tenías de cada cosa, 
en su limitación casi perfecta. 




Da una perspectiva distinta 
que la define con más propiedad. 
Todos somos unos extraños 
desnudos o vestidos hasta la barbilla. 
Ya no quedan milagros 
que acerquen almas como los poemas 
de Emily Dickinson, 
y a mí se me olvida,  de cuando en cuando,  
que es difícil que alguien termine una frase. 
Somos lo que somos, 
cariños de vela, 
algunos se consumen en cera de abeja, 
otros jamás se prenden, 
y los más,  como dice la canción, 
se extinguen en aceite sucio. 



Nená de la Torriente

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