Desde
la niebla
a
veces se ve con mucha claridad.
No, no es tan extraño,
cuando
te has pasado la vida
mirando
al cielo.
La
deformidad da una verdad
más
concluyente a esa imagen limpia
que
tenías de cada cosa,
en
su limitación casi perfecta.
Da
una perspectiva distinta
que la define con más propiedad.
Todos
somos unos extraños
desnudos
o vestidos hasta la barbilla.
Ya
no quedan milagros
que
acerquen almas como los poemas
de
Emily Dickinson,
y
a mí se me olvida, de cuando en cuando,
que
es difícil que alguien termine una frase.
Somos
lo que somos,
cariños
de vela,
algunos
se consumen en cera de abeja,
otros
jamás se prenden,
y
los más, como dice la canción,
se
extinguen en aceite sucio.
Nená de
la Torriente
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