Epicentros, millones de epicentros
buscando
refugio y hablando de amor.
La
forma como encajarán esas piezas
redondas
es cuanto menos compleja.
‘Yo
me siento triste’.
‘Yo
tengo problemas’.
‘Escúchame
a mí’.
‘Yo
soy el que sufre’.
Yo, yo, yo, yo, yo.
Si
esos epicentros en su órbita
lenticular, no pierden la imagen deforme
de
ese mundo que hay más allá de ellos
-apenas
inexistente-
¿Cómo
encontrar una pieza dónde encajar,
o
saber pronunciar la palabra amor
con
la plenitud de todas sus letras?
No
pueden pararse a pensar, no saben,
que
cerca o al lado,
hay
otro yo que sufre, otro yo
que
quiere ser escuchado,
otro
yo que tiene problemas,
otro
yo que se siente triste.
Quizá
se aman demasiado,
con
una clase de amor desconocida y rotunda,
que
se retroalimenta y es extraño,
lo
desconozco
y
me resulta escalofriante.
Será
que me gustan los puzzles,
las
uniones, compartir cosas,
la
empatía, la simpatía,
y
la tía María Luisa, no lo sé;
pero
no me siento cómoda con
esos
núcleos circulares que giran
sobre
un solo punto.
Nená de la Torriente
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