lunes, 28 de mayo de 2012


Delicadamente,  sin hacer ruido, 
ocultas detrás de la cómoda 
que no puedes contar con nadie. 
Tú sonríes,  como si nunca hubieras 
conocido una verdad tan grande, 
y sigues haciendo café y estrechando 
manos,  y dando abrazos de bienvenida. 
No queda nadie,  conoces la inconstancia 
del otro,  y tus necesidades. 
Lo comprendes todo, 
pero sabes también que estás sola. 
Y no se cae ninguna pared, 
el cielo no se abre, 
ni el suelo se quiebra, 
el corazón no se agrieta 
ni el ojo se derrama. 
Pero sí se endurece una parte del cerebro, 
una esquina a la derecha 
que quiere fugarse a la izquierda, 
y empuja con su maleta 
y un par de argumentos lógicos. 
Yo le digo que no pierda la emoción, 
la capacidad de imaginar otras salidas, 
pero esa misma emoción me hace un análisis 
del egoísmo con una diáfana linealidad de formas. 
Y sí, me temo que esa esquina se me escapa. 



Nená de la Torriente

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