-No
eres tú, dímelo-
Cuando
floten las piedras
y
la luna se acueste a mi lado,
dímelo
bajito.
Que
esta sed de años, casi
disfrazada
por los pañuelos
que
cuelgan de mi lámpara,
ha
dejado cicatrices invisibles
pero
abismales,
y
aunque lo niegue, lo necesito.
Cuando
la lluvia recorra un fluir
hacia
arriba en catarata rota, y
hablemos
con la voz del campo,
dímelo
besándome.
Que
este hambre de años, casi
olvidada entre tantos poemas
que
soportan mis estantes,
ha
dejado grietas bien visibles
por
donde se cuela el frío,
y
aunque lo tenga,
sigo
yendo descalza.
Nená de la Torriente
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