Me
fascina el que con un poco
de
barro,
ve
una vasija perfecta,
o el que en un retorcido tronco, ve
una
nave con sus velas desplegadas.
Dos
manos, dos, y el ingenio
de
dar forma a aquello
que
nunca soñó
viajar
desde el suelo.
Admiro
al paciente, no al mezquino,
al
bravo que persigue sus sueños
sin
pisar más manos que la propia,
y
llega sin doblar, ni poner zancadillas
a
donde visionó desde el principio y quiso.
Aprendo
de la madre que adora y entiende
que
no se puede luchar contra la vida,
y
cede el pulso a lo que llega
dándole
la mejor de las bienvenidas.
Gozo
con el que va buscando la belleza
con
el verso, el pincel, cincel o el objetivo,
que
no es vana la búsqueda de tesoros
si
el hombre va perdiendo emotividad.
Nená de la Torriente
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