Cada
rastro de camisa
que
va destapando tu piel
es
una despedida,
un
viaje sin regreso hacia
el
tacto de mis dedos.
Lento
es el puente que cruzo
que
amenaza mi pulso y tu pulso
en
millones de descargas
enardecidas
y desordenadas,
disparos
a cada ángulo, cima,
o
segmento de nuestro cuerpo.
Como
un imán que intenta
recortar
distancias,
el
ojo recorre inconsciente
cada
poro,
se
cuela en su laberinto,
se
deja succionar,
se
hace esclavo de un tú y yo
distinto
abocado
a un sin linde perfecto,
como
si hubiera sido así la tierra
por
los siglos de los siglos,
enteramente
unida,
sin
pactos, fusionada,
arraigada
en un solo ser.
Nená de la Torriente
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