Déjame
estar triste un poquito
-nadie
va a enterarse-
por
todos aquellos que están tristes.
Tan
inútil es estarlo
como
que yo lo esté ahora,
tan
absurdo, tan ‘cometiempos’.
Pero
esta lágrima mía es de rabia,
la
única rabia que me concedo,
y
aún así sigue siendo ridícula.
Sólo
el que sabe lo que duele la vida
y
cómo escuece,
entiende
el dolor ajeno,
y
no debe olvidarlo nunca;
como
también sabe que los hay
que
olvidan demasiado deprisa
el
roto en el macuto que tuvieron,
capaces
de vivir de espaldas,
amnésicos, altivos, desafiantes
con
aquellos que fueron él.
Hoy
me entristece el que llora
y
el amnésico,
invertebrado
de amor
y
de toda lógica.
Nená
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