Mañanas azules
donde el mar
invade las tapias.
Zarcos amaneceres
donde el cielo
ocupa
el aire de espalda
a espalda.
No importa dónde
estemos,
la misma brisa
lleva claveles
únicos, margaritas, amapolas,
besos que serán
nuevos besos,
con una intensidad
distinta.
Abre el serón y
róbame todas
las mañanas
azuladas
que encuentres,
no seas perezoso y
cógelas
para mí.
Yo te apresaré las
lunas más
naranjas,
las de pasión
inagotable y
sábanas rotas,
las de labios
mordidos hasta
la extenuación.
Nená de la Torriente
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