miércoles, 2 de mayo de 2012


Aquel que habla deprisa 
del dolor ajeno, 
con el desprecio del que 
sabe vivir sus desgracias 
y ríe del suicida,  y
levante banderas 
para salvar el mundo, 
o es estúpido o es infame. 
Sí,  no podemos tocar más el suelo 
o quizá sí podemos, 
en este mundo de proporciones fallidas 
y de planes antidiluvianos, 
¿pero y nosotros? 
¿Podemos olvidarnos 
de nuestra condición de humanos? 
A veces me avergüenzo 
de mis congéneres, 
de esos mismos que levantan la voz, 
algunos por causas justas, 
que les importa un cuerno 
el que tienen al lado. 
Maldigo la voz reseca 
que se les quedó dormida 
en el fondo del pecho, 
aunque tengan tan viva 
la voz húmeda entre los labios. 






Nená

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