Todavía
cierro los ojos
y
veo a Regina segando
los
pastos altos,
ese
olor a seca
en
su pelo rubio,
y
aquellas pecas perfectas
-‘¡de
comer manzanas, Nená,
salen
de comer manzanas verdes!’-
Ahora
cuando cierro los ojos
llegan
tantas imágenes,
que
los pequeños detalles se pierden.
Se
vive deprisa.
Hacinamos
información
y
la dejamos dormir
en
nuestro buffer,
vamos
perdiendo un color,
un
aroma, un gesto, una sensación,
por
carecer de espacio.
Somos
siervos del reloj,
de
la utilidad,
de
la oportunidad, del rendimiento.
Por
eso más que muchas,
muchas
veces,
no
te dejes remolcar,
cierra
los ojos,
respira
y ábrelos de nuevo.
Recuerda
como mirabas el mundo
cuando
eras sólo un niño.
Nená de la Torriente
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