Suplantados
por un credo
periodístico.
La
informática invadiendo
nuestra
medida,
la
falsa intimidad vendida
a
lo manifiesto.
Lo
vulgar, una experiencia
extraordinaria.
Hemos
pignorado el alma
como
un abrigo.
Acaso
esa grana que se cae
del
cesto nos quede
y
pueda arraigarse en algo,
en
un verso, un beso,
el
ojo de un inocente
que
aún no esté entrampado.
Después, tal vez un rezo,
un
creo en mi,
un
ayúdame, y
un
enorme salto a otra superficie
que
nos lleve
a
cualquier realidad
que
no sea esta.
Nená de la Torriente
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