Ya sé que tú
adivinas en mí
falta de fe,
y si la hay, pero
es más
el cansancio y
este desgaste
interminable
de tanto tonto.
No creas que eso
me anima
a pensar que soy más
lista,
al contrario,
me siento una semoviente
como todos, con mi
cazo
de avena en cualquier
granja.
Me harta hablar el mismo
lenguaje, y que no
me entiendan.
Hubiera sido más
fácil piar, gruñir,
mugir, total, no
deben contarse
muchos secretos, ni complicados
asuntos del alma,
aunque sabe Dios.
A veces creo que
es cuestión
de fijaciones,
unos las tienen
donde se vuelve
sacra la espalda, mullida y redonda,
y otros en su
parte delantera,
más inquieta.
Quizá sea injusta, injustísima,
si es así me
reprenderé con dureza,
-no me cuesta
darme un par de cachetes-,
pero lo cierto es
que a veces parece
que hablo chino
en un país de ojos
redondos.
Nená de la Torriente
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