Veleros
blancos, pañuelos
sobre
el azul navegante.
La
virgen del Carmen
y
un ramo de flores por cada
roto
en el agua.
Guías
con agujas enhebradas
de
espuma salada,
van
formando
su
falda.
Olas
sesgadas,
sesgadas líneas
hacia
la puesta de sol.
Y un rezo infinito
en
el extremo del alma,
que
el resto se achica en llanto
por
la desdicha que nos sobrevuela.
Nená de la Torriente
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