miércoles, 11 de julio de 2012


Hoy casi no te he escrito, 
he dejado mis dedos posados 
en la arena, 
y mi mente en un laberinto 
de símbolos complejos,  y 
de palabras ríspidas 
con una cierta cadencia. 
Ya que el sol se alarga 
como un ciprés orgulloso, 
dejaré que mis ojos se pierdan 
en tu horizonte, 
porque tu mar es el añil más intenso, 
el índigo más brillante de todos 
los azulados. 
Necesito pureza,  tu inocencia, 
el gorrión que llevas en el pelo 
y que suele anidar en tu boca, 
aunque no me gusten las aves. 
Tú me salvas, 
arrancas el silencio más vocinglero 
de entre todas mis prudencias, 
la sonrisa dibujada para ser sonora, 
y todo lo mejor de mí. 






Nená de la Torriente

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