Por
el viejo camino de las plataneras
escucho
tu nombre.
Bajando
hacia el puente, crecen las risas
en
ecos cándidos e inacabables.
Llegas
antes al crucero, un ave María,
un
tú la llevas y sacudes tú trenza en el aire.
Subo
a Palacio, me agarro a la verja
y
el asma me estafa las palabras,
pero
tú me abrazas,
me
das tiempo,
me
das tiempo,
me
das tiempo.
Nunca he sido más feliz
que
cuando era una pitusa,
flacucha, lombriz, calle-calle,
de
rodillas descosidas.
Nená de la Torriente
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