Bebo
de este licor suave
de
la melancolía,
una
melancolía que ya no entiendo,
pero
que me hace arrimar la botella
con
una cierta destreza.
Todo
regresa de una manera u otra,
disfrazado
de flor, puesta de sol,
sonrisa, lo que llamamos dejà vu, o
reencuentro
a secas.
No
somos opacos, la luz traspasa
los
poros de nuestro castillo
transparente
y se gira, y nos hace
mirarnos
en su reflejo.
No
me reconozco, pero me sonrío,
cada
día he intentado ser una señorita
siempre
sin éxito.
Ahora
todo pretende la igualdad,
pero
es absurdo, no somos iguales,
somos
tremendamente distintos,
deliciosamente
diferentes.
Cuando
siegas un prado, lo nivelas,
lo
uniformas, lo allanas:
El
poleo menta, la amapola, la mala hierba,
la
buena.
Quien
quiso igualar pensó que era
lo
más justo,
pero
¿qué es lo más justo?
Todos
deberíamos tener
el
mismo agua,
el
mismo prado,
pero
sin cincho,
con
el respeto a nuestra disimilitud
que
nos haga crecer por dentro.
No
atropellarnos sino querernos,
aprender
a convivir.
Nená de la Torriente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Háblame