jueves, 12 de julio de 2012



Bebo de este licor suave 
de la melancolía, 
una melancolía que ya no entiendo, 
pero que me hace arrimar la botella 
con una cierta destreza. 




Todo regresa de una manera u otra, 
disfrazado de flor,  puesta de sol, 
sonrisa,  lo que llamamos dejà vu,  o 
reencuentro a secas. 
No somos opacos,  la luz traspasa 
los poros de nuestro castillo 
transparente y se gira,  y nos hace 
mirarnos en su reflejo. 
No me reconozco,  pero me sonrío, 
cada día he intentado ser una señorita 
siempre sin éxito. 
Ahora todo pretende la igualdad, 
pero es absurdo,  no somos iguales, 
somos tremendamente distintos, 
deliciosamente diferentes. 
Cuando siegas un prado,  lo nivelas, 
lo uniformas,  lo allanas: 
El poleo menta,  la amapola,  la mala hierba, 
la buena. 
Quien quiso igualar pensó que era 
lo más justo, 
pero ¿qué es lo más justo? 
Todos deberíamos tener 
el mismo agua, 
el mismo prado, 
pero sin cincho, 
con el respeto a nuestra disimilitud 
que nos haga crecer por dentro. 
No atropellarnos sino querernos, 
aprender a convivir. 




Nená de la Torriente

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