domingo, 1 de julio de 2012


Sí,  me gusta la variedad, 
soy promiscua en el paisaje. 
El asombro es indefectible 
cuando el ojo está vivo y el color 
se pide en la entrada, 
como las cromáticas ensaladas 
de los primeros platos. 
Los desiertos,  las llanuras inmensas, 
la nieve en su particular uniformidad 
me agobia como un fado triste 
que repite siempre lo mismo, 
sin variar una sola letra. 
Como esa canción del carro 
que siempre lo están robando 
y uno acaba indispuesto hasta la médula. 
Dadme colores,  explosiones aunque grises, 
mates,  no importa si tenues,  variaciones, 
intervalos,  alteraciones,  cambios,  juegos, 
transformaciones,  sugerencias, 
que al iris le sirva de pasatiempo, 
un solaz para la mente, 
un recreo,  tal vez un disparate, 
una risa, 
quizá así quiera crear. 




Nená de la Torriente

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