El
pulso es un acorde extraño.
Suenan
dos golpes consecutivos
no
siempre guardando la misma
pausa, seguidos de un suspiro.
Otras, de algo parecido a un sonido,
que
sale de ese suspiro,
o
de un exánime ruido de movimiento
de
pestañas.
Le
preguntas ¿por qué te agitas ahora,
qué
marca ese ritmo tan discontinuo,
tan
rabiosamente extraño?
Te
ignora.
El
pulso es tan suyo, que parece
en
ocasiones de otro,
se
nos escapa,
le
seguimos por calles,
por
precipicios, marañas de intimidad
sin
puerta de salida
donde
tampoco hallamos
por
qué lugar entramos.
Por
eso se nos hace tan difícil
conocer
tantas respuestas
del
mundo de las emociones,
porque
van de la mano del pulso,
ese
acorde tan extraño.
Nená de la Torriente
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