martes, 3 de julio de 2012


Ha llegado hasta mí ese rizo de ola 
que madruga, 
que rasga la arena con traviesa 
naturalidad. 
Apenas he dormido. 
El aire limpio se pega a la piel 
como el abrazo de los niños 
que ya no están, 
y hace que sienta frío. 
Hoy las aves en la quietud de todo 
no me parecen tan temibles, 
ni siquiera la línea del horizonte es 
anhelo de llegar a rozarle, 
de probar su infinito plano. 
Soy sólo una mujer que camina 
por la arena húmeda 
llena de cascaretas. 


Nená de la Torriente

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