Serenamente
te enervas,
la
vena de tu cuello engorda
como
un surtidor oprimido
por
la bota de un camionero.
El
tic de tu ojo derecho es tan leve
que
si no observas mucho
es imperceptible.
Yo
sonrío -resulta divertido-,
pienso
‘de un momento a otro
le
va a leer la cartilla, desde el index
hasta
la tapa dura’.
Tu voz nunca es más alta, ni más
agresiva, ni se abronca,
pero despliega un abanico de frases
mortales que noquean al contrario,
y la sangre fluye como fluye la lengua,
serenamente tranquila.
Ese hemisferio izquierdo de tu mente
convergente, racional,
que analiza, no improvisa ni fantasea,
no entendería este enorme y
planetario lado derecho mío,
tan divergente y tan emocional.
Nená
de la Torriente
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