Debí
haber detenido el reloj
cuando
escuché la palabra poesía,
cuando
dijeron verso,
cuando
tomé el papel y el lápiz.
¡Tiempo!
debí gritar, ¡vete!,
pero
me serví de aquel hombrecillo
delgado
de carboncillo negro
y
de aquella sábana blanca,
para
hablar por otra boca,
con
un tic tac irritante,
que
insultaba a la estrofa,
y
a la misma poética
que
andaba buscando.
Hice
lo que hice,
lo
que hicieron tantos,
gané
un puente
para
cruzar dos mundos,
pero
no hice poesía.
Algunas
veces,
vacía
de mí y llena de otro yo
sin
un pulso tan obsceno,
sí compuse algún verso,
diminuto
y tímido,
entre
un montón de plumas de oca
que
amortiguaron su caída.
Ordinarias
todas ellas
como
las piedras de cualquier
adoquinado.
Breve
como los instantes breves,
como
los sorbos de té
en
el momento justo.
Aún
puedo recordar ese sabor a verso,
verso
esencia verdadera,
exquisito
verso sin tiempo.
Nená de la Torriente
Pues tú llámalo como quieras, pero para mí lo que haces es poesía. Y me gusta, tan íntima y cercana. Tan bella.
ResponderEliminarGracias coeliquore. Sinceramente creo que es tu intimidad la que hace bello lo que lees, pero muchísimas gracias preciosa.
ResponderEliminarBesucos,
Nená
Querida Není:
ResponderEliminarMe río mucho con algunos de tus dibujos. Y más desde que te conozco como persona y charlamos sobre tus dibujos.
Un gran poema ese que has escrito. Los últimos tres versos exhiben tu esencia poética.
Besucos.
¡Cómo no te vas a reír si no sé dibujar!
ResponderEliminarJaja
Besucos,
Není