Puebla
con tu ingravidez
este
océano blanco.
Cúbrelo
de ti,
con
tu vajilla nueva
y
tus cucharas hondas.
Ven
a invadir el claro
de
mis ausencias
con
colores que no sean míos.
Tráete
tus candados de aire
para
que dormiten
con
mi falta de curiosidad.
Y
en el espacio que quede
entre
tus dominios y mis aguas
que
se produzca el vacío
menos doloroso,
para
que nazca ese solo de trompeta
que
adoro tanto.
Nená de la Torriente
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