Hoy
me he mirado el rostro,
cansado, sin la luz que recordaba.
Si
la palma de la mano es un mapa nervioso
y
cada línea no está ahí por capricho,
qué
es la cara.
No
quiero ni pensarlo.
Pasa
el tiempo y lejos de importarme
me
parece lo suyo.
No
me meto en sus dominios
ni
le suplico,
pero
que no me toque la polaina demasiado;
que
me enseñe,
que me dé en el cáñamo si es preciso,
pero
por qué este desgaste de luz
-ya
son ganas de moler el grano
cuando no hay grano-
Un
día de estos frenaré 'el orden del día’,
lo
prometo,
y
uno o tal vez dos, la mente en blanco.
Nená de la Torriente
Pues haz éso que dices al final del poema. Y pronto. Porque los ojos no pueden perder su luz y volverse opacos: no , éso no, nunca.
ResponderEliminarBesetes
Uy! me da que 'me se' está quedando en blanco ya, jaja. Tienes razón. Toda la luz en el ojo, porque será que hemos sabido mirar con ganas, si no en lugar de 'apaga y vámonos', tendremos que decidir, 'apaga y que se vayan todos'.
ResponderEliminarBesucos,
Nená
En realidad 'enciende y que se vayan todos'
ResponderEliminarMe gusta la rectificación: totalmente de acuerdo.
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