jueves, 5 de julio de 2012


-Carta a los poetas de los poemas sublimes-


Cuando recibes un poema sublime, porque lo recibes, entra en tu casa y se acomoda en tu sillón favorito, no es una visita inesperada, es La Visita.
Muchos leen la poesía con los ojos, y ese es el límite donde la saborean, en el colorido o en el sin color que les provoca.
Otros  engullimos los versos de tal modo y manera que los hacemos nuestros, sin desmenuzarlos, dejamos que fluyan dentro en un hormigueo físico. 
Como un electrocardiograma va reflejando picos, escalofríos, difícilmente inexplicables para el que no los ha sentido alguna vez.
En ocasiones, algún poeta me ha proporcionado momentos de esa deliciosa sensación y he agradecido sinceramente su talento, y seguiré haciéndolo cada vez que lleguen esos versos que me pellizquen hasta el mismo hueso, vengan de donde vengan. Aunque suelen venir casi siempre de los mismos.
 Me apena intuir que acompañando a la maravilla, hay una cohorte de círculos concéntricos que no sabe, que no entiende, que sentir un poema no es lo mismo que sentir a un personaje o a un poeta, y que no se trata de un juego de pedales de bicicleta camino hacia alguna parte, sino de un intercambio de sentidos ‘yo escribo, tú entiendes, tú entiendes, yo escribo’. De este modo se aprende, se comparte, se crece en este arte de expresar emociones, de crecer por dentro, de ser mejor persona, de ser, en realidad de permitirse ser.

 

En este espacio dispongo de mucho tiempo para pensar en alto y tiempo para gritar a los poetas que les sigo. Siempre les sigo, y busco ese poema sublime para que fluya dentro de mí, como un delicioso hormigueo físico.



Nená de la Torriente

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