-Carta a los poetas de los
poemas sublimes-
Cuando recibes un
poema sublime, porque lo recibes, entra en tu casa y se acomoda en tu sillón
favorito, no es una visita inesperada, es La Visita.
Otros engullimos los versos de tal modo y manera que los
hacemos nuestros, sin desmenuzarlos, dejamos que fluyan dentro en un
hormigueo físico.
Como un electrocardiograma va reflejando picos, escalofríos,
difícilmente inexplicables para el que no los ha sentido alguna vez.
En ocasiones, algún
poeta me ha proporcionado momentos de esa deliciosa sensación y he agradecido
sinceramente su talento, y seguiré haciéndolo cada vez que lleguen esos versos
que me pellizquen hasta el mismo hueso, vengan de donde vengan. Aunque suelen
venir casi siempre de los mismos.
Me apena intuir que acompañando a la maravilla,
hay una cohorte de círculos concéntricos que no sabe, que no entiende, que
sentir un poema no es lo mismo que sentir a un personaje o a un poeta, y que no
se trata de un juego de pedales de bicicleta camino hacia alguna parte, sino de
un intercambio de sentidos ‘yo escribo, tú entiendes, tú entiendes, yo
escribo’. De este modo se aprende, se comparte, se crece en este arte de
expresar emociones, de crecer por dentro, de ser mejor persona, de ser, en realidad de
permitirse ser.
En este espacio
dispongo de mucho tiempo para pensar en alto y tiempo para gritar a los poetas que les
sigo. Siempre les sigo, y busco ese poema sublime para que fluya dentro de mí, como un delicioso hormigueo físico.
Nená de la Torriente
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