Tiene
la voz de la noche dormida,
suave
ola que roza las almohadas,
el
canto de todas las nanas endulzadas
como
fruta envuelta en caramelo.
Tiene
el aroma de las algas y la
espuma
del mar en la amanecida,
el
olor del pino que nace
en
la humedad del rocío, y perfuma
el
campo de intenso bálsamo.
Tiene
el aspecto de las bandadas,
salpicando
lluvia del suelo al cielo
desde
la misma orilla,
como
un abanico-rompecabezas
de
infinitas piezas, armoniosamente
entrelazadas.
Nená de la Torriente
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