Condenado
a vivir contigo
no
puedo salvarte.
Sí, arrimarte dulce de manzana
recién
hecho
en
el enero frío, y
té
helado en el comburente agosto.
Cientos de ladrillos separan
tu
cuerpo del mío,
porque
tú lo quieres
y
yo lo quiero.
Nadie
puede juzgarnos
que
nos importe,
como
si el cielo se abre
y
caen océanos con cetáceos grises.
Tampoco
puedes salvarme
de
vivir conmigo,
sí, arrimarme letras que no sean
balas,
soy
de piel albina y de corazón tibio,
y
no quiero despertarme
a
la voz de ¡ar!
Nená de la Torriente
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