Poeta, imagina que tu voz
fuera
música,
imagina
que el verso musical
hiciera
bailar a mis pies
sin
pedirles una cita.
Yo
imagino un lugar especial,
donde
la voz y los pies desnudos
fueran
uno en un poema único.
Imagina
el baile de los dos
sobre
la hierba crecida
bajo
una sábana de puntos brillantes,
que
como ojos curiosos
vencieran
al cielo
en
una lluvia de estrellas.
Poeta, imagina que tus letras
fueran
hilos,
imagina que el verso hilandero
me
hiciera un traje de novia
con
encaje de sobrado talento.
Yo
imagino un lecho incondicional
donde
tus letras y mi vestido
quebrásemos
el duelo,
sobre
sedas robadas al sueño
y
bajo un boscaje de helechos gigantes.
Tú
me dirías en un ovillo ¿me quieres?
y
sobre el mismo ovillo te contestaría:
Te
quiero.
Nená de la Torriente
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